viernes, 24 de junio de 2011

UNA EDUCACION FRAUDALENTA: ENTREVISTA A CLAUDIO NARANJO

Por David Barba y Oscar Fontrodona:



A sus 76 años, el psiquiatra chileno Claudio Naranjo es considerado como uno de los maestros contemporáneos en vida. Profesor de una docena de prestigiosas universidades de todo el mundo y doctor honoris causa por la italiana de Udine, es autor entre otros ensayos, de Carácter y neurosis y Cambiar la educación para cambiar el mundo. También es el fundador del programa (SAT), orientado a promover el autoconocimiento y el desarrollo personal, integrando herramientas y disciplinas occidentales y orientales.


Tengo 20 años, he estado quince escolarizado. ¿Qué es lo que han hecho conmigo?


Te han robado quince años. La educación se presenta como algo bueno que te hace el Estado “por tu propio bien”. Pero lo que se aprende por obligación no sirve para responder a la curiosidad natural.

¿Cómo me libero? Estoy en la universidad, me quedan años…


La educación te llena la cabeza de cosas que te distraen, y te despista de otras que deberían estar presentes. Primero se necesita cierta dosis de ocio. Pero la educación no es el único factor que nos quita el ocio natural. Hay una industria de distracciones muy poderosa. El fraude de la educación es que te dice: “te enseñaré cosas muy interesantes: cuál es el secreto de la vida…” Y te enseñan hechos científicos, cuando lo que necesita la persona es conocerse a sí misma.

¿Cómo llegas a conocerte?


Hay esa sed metafísica que podemos denominar el llamado de la verdad. Es una sed de búsqueda, y los jóvenes están muy fuertes en la búsqueda. Lo importante es conectarse con el vacío, con el anhelo. Cuando uno despierta, como dice Dante, se encuentra en una selva oscura. El primer signo del despertar es el malestar de la oscuridad: sentir que a uno le falta luz. Pero si buscamos llenar ese vacío con lo primero que podamos pescar, mal asunto. El comienzo de la maduración es estar con ese vacío. Y para llenar el vacío hay que desarrollar el amor.

¿El amor?

El amor. El Dalai Lama dice que hay que tener buen corazón. Y que de eso depende que tengamos un mundo mejor… Pero los ideales del amor compasivo o cristiano no nos han llevado a un mundo menos violento. Porque está prohibido amarse a sí mismo; como si eso fuera egoísta. El amor a uno mismo es el amor por el niño interior, por esa parte natural de uno con la que nacemos antes de que nos metan la cultura en la cabeza. Es un deseo de felicidad instintivo. En la educación falta un principio dionisiaco, de libertad.

¿Qué quieres decir?

La educación no es que tenga que enseñar algo, sino que tiene que dar reconocimiento, darle la sensación al niño de ser visto, de ser considerado, y eso pasa por respetar sus deseos. Por eso es muy importante este aspecto de la educación activa: la consulta del deseo de los niños. En vez de ser un banco de datos, con uno que lo sabe todo ante unos ignorantes que no saben nada, la educación ha de tener un elemento de diálogo, en que el maestro respeta el ritmo de cada uno de sus alumnos, con maneras que permitan aprender de una forma alegre. Acompañados por un adulto no sabelotodo, sino por un modelo de no saber… que le haga sentir bien al niño o al joven. Alguien que acompañe en el descubrir. Un ser humano tiene una sabiduría orgánica. Así como las plantas buscan el sol, se orienta según un principio de placer: de lo que le da placer y lo que no.

Hoy se habla mucho de educación en valores, educación para la ciudadanía…

Sí. Se ha escrito sobre la pérdida de valores. Y ahora se trata de parchear eso. Pero si una persona no es libre, no puede pasarle a otro el valor de la libertad. Si una persona no es solidaria, por mucho que hable de solidaridad, no contribuirá a que sus alumnos lo sean: el niño aprende de lo que uno es, no de lo que uno dice. Por eso digo que los profesores deben recibir ayuda para la autorrealización; no cursos didácticos.

Entonces, ¿la educación no sirve para transmitir valores?


La religión del mercado es tan fanática como han sido otras. Crea la sensación de que para poder sobrevivir hay que ocuparse mucho del dinero, y eso empobrece los valores. La sola educación no puede reparar eso, pero sí puede hacer algo por la devoción: despertar al niño interior, ese músculo del corazón que es el amor admirativo, el amor a lo sublime.

¿Por qué es tan difícil cambiar la educación?

Es notable la inercia burocrática del sistema educativo. Pareciera que la burocracia ya no trabaja para educar, sino para sí misma, para mantenerse. El despotismo de mercado es maquiavélico: la situación de trabajo es tal que la gente se hace muy reemplazable: hay gente muy deseosa de tener tu puesto. Y los educadores se interesan mucho en la paga. La Academia los prostituye, les paga por hacer algo que no le interesa a nadie. Pobrecitos; no los quiere nadie: no los quieren los niños, no los quieren los padres. La sociedad no les venera como venerarían a un verdadero educador. No se les da la gratitud que se le daría a uno que realmente enseña a vivir. Sufren enfermedades psicosomáticas, están quemados, sufren una falta de sentido de sus vidas. Algunos han estado al servicio de la institución tanto tiempo que se han esclerotizado; son máquinas. Los nuevos: habría que acercarse a ellos.

¿Cómo andas de esperanza?


Yo decía con gran entusiasmo: ¡aquí tengo la llave maestra! El SAT es un instrumento que, si se le ofrece a los educadores, pueden crear una educación nueva. Hoy en día, tomando en cuenta la resistencia política y la transnacional del dinero, veo que la educación le da cada vez más prioridad a lo utilitario. El cambio en la educación y en la sociedad depende de una voluntad colectiva.

¿Cómo llegará, ante tanta resistencia?

Cuando estuve en el cumpleaños de Edgar Morin, el año pasado en París, le pregunté: “¿Crees tú que se puede salvar la humanidad?” Después de una pausa, dijo: “Hay un factor a favor, que es el gran peligro”. De aquí a poco desaparecen los Estados nacionales. Cuando no esté ese contrapeso, el libre mercado será más despótico que nunca y la bestia mostrará su cara. El calentamiento de la Tierra hace todo mucho más peligroso. Es el hundimiento de la sociedad tal y como la conocemos. Puede que haya una especie de muerte y resurrección colectiva. El peligro tiene que ayudar, así como hay gente que al borde de la muerte le cambia el sentido de la vida y despierta a un viaje de autorrealización. Puede que la humanidad despierte. Tiendo a ser optimista. Parece que los niños están un poco mejor pese a todo; como más despiertos. Es muy crítico que en la escuela no echen a perder a esta generación, donde empiezan a aparecer niños cristal y niños índigo; hay niños muy especiales en las últimas generaciones. La crisis de la educación obedece, en parte, a un saber profundo de los niños, que son todavía animales relativamente sanos, comparados con nosotros. Los niños saben que estamos al borde de un naufragio, y que por tanto es irrelevante buena parte de lo que se les dice. Saben que se hace mucho una educación de mentira, una educación fraudulenta. Es una total fraudulencia asegurar que esas cosas que se enseñan (esa interiorización de un saber normativo) son las que al niño o al joven le van a valer. Los educadores son los que menos lo saben porque están domesticados, programados para educar así. Pero los niños no compran eso, y rechazan la educación porque ven sus trampas. Están más adelantados

No hay comentarios:

Publicar un comentario