miércoles, 24 de agosto de 2011

LOS DIAGNOSTICOS DE PEREZ

(cuento incluido en la ultima edicion de "Sobre el Arenal"-Libro de cuentos.


Ella está en el horizonte…

Me acerco dos pasos
Ella se aleja dos pasos
Camino diez pasos
Y el horizonte queda
Diez pasos mas allá
Por mucho que yo camine
Nunca la alcanzaré
¿Para qué sirve la utopía
Para eso sirve: para caminar

Fernando Birri
(Citado por Eduardo Galeano)










Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Por eso cuando algún novato aparece como gran sabiondo con su titulo bajo el brazo lo más probable es que esté en la calle, tal como me lo demostró Perez, un vigilante que trabajaba muchos años en el Hospital III de EsSalud de Chimbote


Tenía poco tiempo de graduado, y cuando me tocaba guardia en el servicio de emergencia, sufría una eternidad por el temor de que llegara algún problema grave de salud que no pudiera resolver. Eso lo sabía Pérez, el más antiguo de los vigilantes del hospital que tenía la costumbre de rondar por los tópicos de emergencia buscando conocer o ayudar de alguna forma a los problemas que presentaban los pacientes que llegaban al nosocomio. Aunque su función era controlar la puerta de entrada de carros y personas a la emergencia, el dejaba confiadamente abierta los portones y se acercaba al área de los consultorios de emergencia

Cierto día, cerca de las ocho de la mañana, empezando mi día de guardia trajeron a una persona de unos 35 años que había sido encontrada inconsciente en la calle; Pérez ayudó a ingresarlo al tópico de medicina. Tal como me habían enseñado, realicé algunas preguntas al señor que lo había traído sin conseguir mayores datos, luego con toda la ceremonia del caso empecé a examinarlo tratando de encontrar un diagnóstico temprano; le tomé la presión, controlé su pulso, observé la pupila, lo ausculté detenidamente, pero no encontré nada anormal que explicara su estado de inconciencia, pero como estaba rodeado de tanta gente y del personal de salud, sentí que con sus miradas me preguntaban "¿doctor que es lo que tiene el paciente?", y esperaban que les diera mi veredicto final con toda mi sabiduría de galeno y como si fuera un Dios sabelotodo; ante tanta presión y queriendo mostrar toda mi sapiencia lance mi diagnostico final

-Es un síncope cardíaco- dije, y ordené unos análisis y un electrocardiograma.

Pérez, que nunca se la daba de sabio, pero si era un conversador incansable y seguramente sabía más por viejo que por diablo me dijo

-Permítame doctor...

Realizó una sola acción, abrió la boca del paciente y metió sus narices en ella, luego se retiró en silencio a un costado de la sala, me llamó a lado y casi en el oído como un secreto me lanzó su diagnóstico

-Está zampado doctor, nunca se olvide del olfato.

Fue la mejor clase de semiología que había recibido frente a un paciente.

Pérez había ingresado a trabajar al hospital en el año 63, estuvo algún tiempo en el área de mantenimiento, luego pasó a la cocina y por ultimo a carpintería. En el año 65 lo trasladaron a vigilancia y se mantuvo allí 25 años hasta el año de 1990 en que los cambios que trajo al seguro la nueva administración, hicieron ingresar vigilantes particulares, bajo la forma de “services” y cambiaban de personal día a día.

En una oportunidad trajeron en un taxi a un hombre de unos 40 años que había sufrido una caída de su bicicleta, experimentando un fuerte golpe y un posterior e intenso dolor en la cadera. Lo ubicaron en una banca de la sala de espera, porque .el cirujano de guardia se encontraba operando y en el tópico de cirugía había un paciente que se estaba siendo suturado por el interno de guardia, de manera que tenía que esperar y su dolor había menguado y era soportable. Pérez observador y preguntón, le dijo a la persona que le acompañaba

-¿Su familiar tiene siempre una pierna más chica que la otra?

Como la respuesta fue negativa y el hombre estaba angustiado, Pérez llamó a su compañero Kiko que estaba en otro puesto cercano de vigilancia y le dijo

-Mira esto es fácil, ponte en el extremo de la banca y tú con su familiar agarrenlo de los brazos, yo voy jalar de su pierna y vas a ver que vuelve a su tamaño normal y le pasa el dolor.

Pérez tenía el diagnóstico: una luxación de cadera, pero no se lo comentó a nadie, de manera que tal como lo había pensado, hicieron la maniobra y en unos segundos el paciente sintió que un hueso de su cadera volvía a su lugar y que la diferencia de altura de los dos miembros y el dolor habían desaparecido, por lo que se animó a pararse y caminar con asombro y alegría. Cuando llegó el cirujano, a quien le habían informado que debía de atender a un paciente con traumatismo de cadera e imposibilitado para caminar, se dio con la sorpresa de encontrarlo deambulando por la sala de espera, estiraba la pierna, y repetía, "ya estoy bien, ya estoy bien doctor ", y quería irse lo más rápido a su casa.

Los cólicos que llegaban a emergencia, podían ser en muchos casos diferenciados por Pérez, él se limitaba a hacer unas preguntas y determinar si era abdominal, vesicular o renal, luego hacía sus indicaciones peculiares hasta la llegada del médico. Muchas apendicitis las adivinaba apenas el paciente entraba al hospital, al abrirle las rejas de la entrada de emergencia les interrogaba rápido, los observaba y luego comentaba: "allí va una apendicitis", “ése es un cólico renal”.

Tiempo después se limitaba rondar y a preguntar por los resultados de tal o cual análisis o radiografía y comprobar si coincidían con sus diagnósticos, eso lo ponía feliz, pero cuando todo resultaba distinto a lo que había pensado, se dirigía a su garita de vigilancia y no aparecía por los tópicos de emergencia.

Una noche trajeron a una mujer inconsciente, del taxi la bajaron a un camilla y la llevaron al tópico. Estuve examinándola largo rato, buscando algunos signos que me dieran un indicio de la causa de su perdida del conocimiento. En eso apareció Pérez, con una sonrisita en su cara que me daba la impresión que él ya sabia lo que pasaba.

- Es histerica doctorcito, no se da cuenta, mire como le tiemblan los parpados, tóquele el externón fuerte

Eso hice, la mujer se despertó y nos contó que se había peleado con su esposo. Le pusimos un diazepan intramuscular, descanso unas horas y después llego el psiquiatra para manejar esa crisis de histeria.

Había un paciente de unos 35 años que venia frecuentemente a emergencia, Perez lo conocia de sobremanera. Sufria de asma y cada vez que tenia una crisis severa acudia al hospital para que le apliquen su aminofilina endovenosa y con eso se calmaba su crisis y regresaba a su casa, controlnadose por consultorio externo. Una noche llego nuevamente, Perez estaba de vigilante, yo estaba en una de mis primeras guardias, de manera que no conocía la habitualidad del paciente a emergencia. Llegó desesperado, como sucede en esos cuadros, con gran dificultad respiratoria, cuando iba a empezar a atenderlo Perez me llamó a un lado y me dijo

-Oiga doctor, este paciente ya se ha hecho dependiente a la aminofilina, haga como hacen sus otros colegas

-Y que es lo que hacen?- le pregunté intrigado

-Le aplican suero fisiológico o agua destilada endovenosa e igual le pasa la crisis.

Con muchas dudas le dije a la enfermera que cargara 20 ml. de suero fisiológico y le aplicaran en forma endovenosa y lenta.

-Aquí está tu rica aminofilina- le dijimos, mientras se le aplicaba el suero.

A los minutos cesó su crisis de asma y se fue contento a su casa, después de haber recibido su “rica aminofilina”, que en esa época se usaba en forma rutinaria para calmar la crisis asmática.

Creo que su aprendizaje de algunos aspectos de la medicina no solo se basaba en su experiencia de haber visto desfilar miles de pacientes, era preguntón, interrogaba a los pacientes no solo su condición de asegurado, sino que le hacia un breve historia clínica, además nos preguntaba a todos los médicos, sobre muchas enfermedades, los síntomas, el tratamiento, la evolución de los pacientes, etc. En su garita de vigilante tenia escondido el Vademécum Clínico de Fatorusso, que lo iba consultando de vez en cuando, y demostraba su interés en la medicina.

Muchas neumonías o crisis de asma en los niños los diagnosticaba casi por intuición, observaba su semblante al entrar, escuchaba sus quejidos al respirar, hacía dos o tres preguntas a la madre y emitía su diagnóstico: este niño tiene una neumonía, este tiene un asma. Todo se confirmaba después con las radiografías y los análisis.

La medicina ha cambiado tanto en los últimos veinte años que gracias a ciertos protocolos, como el de las infecciones respiratorias agudas en niños, para los diagnósticos y tratamientos, en determinados niveles de atención, no se necesita ser médico, ni usar el estetoscopio, (ese aparatito que es la imagen misma del doctor), ni radiografías, ni análisis, sólo basta preguntar, mirar y escuchar con los oídos para establecer si es una neumonía o una enfermedad muy grave. Esa forma de diagnosticar me hizo recordar que Pérez lo venía haciendo desde muchos años antes. Creo que lo único que la medicina ha hecho es recoger y sistematizar las formas de diagnóstico de gente como Pérez.

En sus pronósticos resultaba también bastante acertado. Cuando se trataba de un caso grave, era el primero en ser consultado por los trabajadores de las funerarias que siempre andaban merodeando el hospital y especialmente el servicio de emergencia. Donde Pérez ponía el ojo, ponía la bala.

Pero tenía además experiencia para resolver otras cosas. Recuerdo que un día de esos agitados en que nos tiene la vida, llegué al Hospital, y estacione mi pequeño VW casi frente a la caseta de control de los vigilantes, luego fui a hacer una diligencia a las oficinas administrativas, donde estuve cerca de una hora y al terminar para ir a mi casa fui a retirar mi VW y me di con la sorpresa que no estaba en el lugar donde suponía yo lo había dejado. Entré en pánico, pero primero pensé que mi mujer se había llevado el carro, tenia otra llave, y no me había avisado, la llamé y me dijo que no, que no había hecho eso. Confirmado ello, fui a comunicarle al vigilante de turno que se habían robado de mi carro, que había dejado mi carro frente a la caseta de ellos y ya no estaba. Se armó un escándalo de señor mío, llamaron al jefe de vigilantes, al administrador, a quien reclamamos que como era posible que se hubieran robado el carro en las narices de los vigilantes. Ya me disponía a ir a presentar la denuncia a la policía, cuando en eso apareció Pérez y me dijo

-Doctor, usted tal vez tiene muchas preocupaciones, no habrá dejado su carro en otro lugar?..

Esa pregunta me hizo reflexionar de inmediato, le hice caso y me dirigí al otro patio de carros, frente a emergencia, y para mi sorpresa y vergüenza, allí estaba mi pequeño VW rojo, bien estacionado. No me quedo otra opción que ir a pedirle disculpas a todos y a agradecerle a Pérez por habérmelo hecho recordar.

Finalmente sus diagnósticos sobre los problemas que acechaban a EsSalud (antes IPSS), representaban también un peligro por lo que hacían algunas autoridades de la administración de esas épocas y por la cuestionada política neoliberal que empezó por los años 90 el gobierno corrupto de Fujimori-Montesinos.

Prefirió renunciar. El tiempo le dio la razón. Con su ida se perdieron sus diagnósticos, como se pierden siempre muchos valores, la experiencia de los años y la sabiduría que da la escuela de la vida.

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