sábado, 25 de diciembre de 2010

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: Estas Navidades siniestras

Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tantos estruendos de cometas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de dinero para quedar bien por encima de nuestros recursos reales que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace 2.000 años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David. 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran. Lo celebran además muchos millones que no lo han creído nunca, pero les gusta la parranda, y muchos otros que estarían dispuestos a voltear el mundo al revés para que nadie lo siguiera creyendo. Sería interesante averiguar cuántos de ellos creen también en el fondo de su alma que la Navidad de ahora es una fiesta abominable, y no se atreven a decirlo por un prejuicio que ya no es religioso sino social.Lo más grave de todo es el desastre cultural que estas Navidades pervertidas están causando en América Latina. Antes, cuando sólo teníamos costumbres heredadas de España, los pesebres domésticos eran prodigios de imaginación familiar. El niño Dios era más grande que el buey, las casitas encaramadas en las colinas eran más grandes que la virgen, y nadie se fijaba en anacronismos: el paisaje de Belén era completado con un tren de cuerda, con un pato de peluche más grande que Un león que nadaba en el espejo de la sala, o con un agente de tránsito que dirigía un rebaño de corderos en una esquina de Jerusalén. Encima de todo se ponía una estrella de papel dorado con una bombilla en el centro, y un rayo de seda amarilla que había de indicar a los Reyes Magos el camino de la salvación. El resultado era más bien feo, pero se parecía a nosotros, y desde luego era mejor que tantos cuadros primitivos mal copiados del aduanero Rousseau.



La mistificación empezó con la costumbre de que losjuguetes no los trajeran los Reyes Magos -como sucede en España con toda razón-, sino el niño Dios. Los niños nos acostábamos más temprano para que los regalos llegaran pronto, y éramos felices oyendo las mentiras poéticas de los adultos. Sin embargo, yo no tenía más de cinco años cuando alguien en mi casa decidió que ya era tiempo de revelarme la verdad. Fue una desilusión no sólo porque yo creía de veras que era el niño Dios quien traía los juguetes, sino también porque hubiera querido seguir creyéndolo. Además, por pura lógica de adulto, pensé entonces que también los otros misterios católicos eran inventados por los padres para entretener a los niños, y me quedé en el limbo. Aquel día como decían los maestros jesuitas en la escuela primaria- perdía la inocencia, pues descubrí que tampoco a los niños los traían las cigüeñas de París, que es algo que todavía me gustaría seguir creyendo para pensar más en el amor y menos en la píldora.



Todo aquello cambió en los últimos treinta años, mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una devastadora agresión cultural. El niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papa Noél de los franceses, y a quienes todos conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce, y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad denieve. En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no es otro que el buen san Nicolás, un santo al que yo quiero mucho porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de la América Latina. Según la leyenda nórdica, san Nicolás reconstruyó y revivió a varios escolares que un oso había descuartizado en la nieve, y por eso le proclamaron el patrón de los niños. Pero su fiesta se celebra el 6 de diciembre y no el 25. La leyenda se volvió institucional en las provincias germanicas del Norte a fines del siglo XVIII, junto con el árbol de losjuguetes. y hace poco más de cien anos pasó a Gran Bretaña y Francia. Luego pasó a Estados Unidos, y éstos nos lo mandaron para América Latina, con toda una cultura de contrabando: la nieve artificial, las candilejas de colores, el pavo relleno, y estos quince días de consumismo frenético al que muy pocos nos atrevemos a escapar. Con todo, tal vez lo más siniestro de estas Navidades de consumo sea la estética miserable que trajeron consigo: esas tarjetas postales indigentes, esas ristras de foquitos de colores, esas campanitas de vidrio, esas coronas de muérdago colgadas en el umbral, esas canciones de retrasados mentales que son los villancicos traducídos del inglés; y tantas otras estupideces gloriosas para las cuales ni siquiera valía la pena de haber inventado la electricidad.



Todo eso, en torno a la fiesta más espantosa del año. Una noche infernal en que los niños no pueden dormir con la casa llena de borrachos que se equivocan de puerta buscando dónde desaguar, o persiguiendo a la esposa de otro que acaso tuvo la buena suerte de quedarse dormido en la sala. Mentira: no es una noche de paz y de amor, sino todo lo contrario. Es la ocasión solemne de la gente que no se quiere. La oportunidad providencial de salir por fin de los compromisos aplazados por indeseables: la invitación al pobre ciego que nadie invita, a la prima Isabel que se quedó viuda hace quince años, a la abuela paralítica que nadie se atreve a mostrar. Es la alegría por decreto, el cariño por lástima, el momento de regalar porque nos regalan, o para que nos regalen, y de llorar en público sin dar explicaciones. Es la hora feliz de que los invitados se beban todo lo que sobró de la Navidad anterior: la crema de menta, el licor de chocolate, el vino de plátano. No es raro, como sucede a menudo, que la fiesta termine a tiros. Ni es raro tampoco que los niños -viendo tantas cosas atroces- terminen por creer de veras que el niño Jesús no nació en Belén, sino en Estados Unidos.

viernes, 24 de diciembre de 2010

LA NOCHE DE LOS DESPERDICIOS


Desde pequeño aprendí a formar mi imagen de la Navidad, no
solo como la noche en que se celebra el nacimiento de Jesús, sino
como el día mágico en que todos los niños de mi barrio salíamos
por la mañana a exhibir nuestros juguetes y ver cuál era el mejor
de todos.

La Navidad era el motivo para muchas otras cosas y la
fundamental, sería para que la mayor parte de la familia, estuviera
donde estuviera, se reuniera aquella noche para compartir la cena,
ese es el motivo de análisis de este artículo.

Con el paso de los años entendí mejor esta necesidad. Para
aquellas fechas estuve varias veces muy lejos de mi tierra y he
tenido que desplazarme más de 6000 kilómetros, viajaren trenes,
autos, ómnibus, aviones, para llegar precisamente esa noche a
compartir con la familia. A veces lo lograba, otras las he pasado
solo en ciudades de países lejanos.

Más adelante conocí algunas personas de otras religiones que
no celebrarán lo Navidad y todo lo contrario consideraban que esa
fiesta era una herejía. Buscando información encontré que el 24
de diciembre era una fecha arbitraria que se había elegido entre
otras 2 más que pedían haber sido marzo o abril. A partir del siglo
IV, fecha de la declinación del imperio romano, estos tenían al
cristianismo como religión oficial y celebraban el 24 de diciembre
el solsticio de invierno, que es la fecha que marca el final de la
noche más larga del año, triunfa la luz, y comienza a hacerse más
corta la noche y más largo los días. De manera que hicieron
coincidir la fecha con la del nacimiento del hijo de Dios.

La imagen de la Navidad se globalizó y se comercializó muy
temprano. Un árbol más europeo que latinoamericano invadió
nuestros hogares, una nieve de algodón que muchos han visto nada
más que en fotos, adornó nuestro árbol y un personaje gordo, de
vestimenta roja y barba blanca reemplazó al pesebre de
nacimiento. Y esta hora de reflexión, sobre el nacimiento de un
hombre que fue el más extraordinario de todos por las enseñanzas
que nos dejó, se transformo para medios en una fiesta equivocada
derroche de dinero, de luces, de bullicio y un olvidarse de lo que
representa Jesús para nuestra vidas.

Pero la sensación más decepcionante que he tenido siempre
sobre la Navidad era cuando me levantaba temprano el 25 y venía
la mesa donde se había cenado la noche anterior. Tenía la
impresión que había sido una noche de desperdicios al ver restos
de alimentos y bebidas esparcidos por toda la mesa. Esta estampa
se ha venido repitiendo con los años y la he observado en muchos
hogares de diversas condiciones económicas.

Sabemos que cada hogar es distinto en la preparación de su
cena de Navidad. Desde las muy abundantes hasta la cena de los
hogares más pobres, siempre habrá un mayor o menor despilfarro
de alimentos, por la simple razón de que para esa noche, en el
hogar promedio, la mesa suele ser abundante de panteones,
empanadas, panes especiales, tamales, pavo o pollo, ensalada de
frutas, frutas secas, café, vino, champagne, cerveza y el clásico
chocolate caliente, todo rico en calorías, para una noche y una
hora en la que apenas hay ganas de ingerir todo eso.

Llegada a las 12 de la noche o antes de esa hora, nadie sabe por
donde empezar a consumir lo que se ha puesto en In mesa, nunca
en ninguna fecha del año se nos ofrecía tantas cosas en la hora
más inadecuada para el apetito, la medianoche.

Cuando la mesa es abundante para la cantidad de personas
que comparten la cena y existe más de los que se pueda consumir,
es casi una ofensa para los que tiene poco o no tienen casi nada.

Total la abundancia fue siempre mala consejera.
Vivimos tiempos distintos, «épocas de crisis», tal vez muchas
generaciones vengan siempre repitiendo lo mismo, como un disco
rayado. Pero basta con salir a las calles y ver como las cantinas
están llenas de parroquianos para saber que todavía no
entendemos (más aún en Navidad) hasta que punto somos un
país pobre y subdesarrollado frente a otros. No les falta mucho
para aprender a vivir en la pobreza.

Ojala que esta cena de Navidad sea (o haya sido) tan humilde
y pobre como el pesebre o la vida que llevó Jesús. Y cuando
recordemos su nacimiento o su muerte que siga como ejemplo de
nuestras vidas un acto de amor y cariño.

martes, 16 de noviembre de 2010

CONFESIONES DE UNA REPRESENTANTE DE LA INDUSTRIA FARMACEUTICA


Gwen Olsen, fue representante de la industria farmacéutica durante 15 años. Fué representante de ventas trabajando para los gigantes de la salud, tales como Johnson & Johnson, Bristol-Myers Squibb y Abbott Laboratories. Es autora del libro: “Confessions of an Rx Drug Pusher”


Ella disfrutó de una exitosa carrera, de ritmo rápido hasta que varias experiencias comenzaron su despertar a los peligros que acechan en cada gabinete de la medicina estadounidense.

Sus lecciones más conmovedoras, sin embargo, llegaron como víctima y superviviente a los efectos secundarios de unos medicamentos que pusieron en peligro su vida. Después de salir de las ventas farmacéuticas en el 2000, Gwen trabajó en la industria de alimentos naturales por primera vez como una gestora de cuentas para Nature’s Way, y luego como gerente regional de ventas para Gaia Herbs.
Actualmente es escritora, oradora y consultora de salud natural.
En su libro, denuncia el mercantilismo existente en torno a los antidepresivos y sus graves efectos secundarios.

SE QUEMÓ VIVA...
Algo que, por desgracia, conoce de primera mano.
No ya porque sepa perfectamente lo que hay detrás de su comercialización –que también- sino porque una sobrina suya se suicidó después de haber tomado antidepresivos.
Le fue prescrita la medicación tras un accidente de automóvil y cuando trató de dejarla cayó en una profunda depresión. “Se quemó viva –explicaba Olsen en una entrevista a Kathy Rumlesky en Free Press Reporter-.
Se había vuelto adicta y cuando intentó dejarlo cayó en una depresión. Su médico la prescribió otro antidepresivo y eso la llevó a una espiral descendente, hacia el suicidio”.

Es más, la propia Gwen Olsen fue tratada con antidepresivos en 1992. “Me volví una psicópata maníaca”, reconocería. Añadiendo: “Aproximadamente el 25% de la población que los toma tendrá reacciones adversas serias”.

LOS NIÑOS LOS MÁS VULNERABLES

Aunque quizás lo más impactante de su testimonio sea su referencia a los niños porque, según asevera, son más vulnerables a los efectos secundarios debido a que sus órganos están aún desarrollándose: “Reaccionan tres veces más a estas drogas que un adulto”, denuncia.

Durante la entrevista Olsen deja además para la reflexión una idea especialmente significativa por proceder de alguien vinculado durante mucho tiempo a la industria farmacéutica: “Hay importantes incentivos económicos para sobreprescribir estas drogas”.  A lo que añade: “Son un mecanismo de control social”.

Como colofón asegura que una vez que alguien empieza a consumir psicofármacos nunca podrá dejarlos: “Será cliente de la industria farmacéutica toda la vida –afirma-. Los medicamentos alteran la patología química del cerebro para que no pueda dejarlas. Son sumamente adictivas”

“Jamás veremos anuncios televisivos promovidos por alguien que diga: …El Journal The New England acaba de anunciar que el ejercicio es el doble de efectivo que los antidepresivos en la cura de la depresión.”

Nunca recibirás ese tipo de información buena, justa y equilibrada mientras las grandes farmacéuticas estén financiando las televisiones principales y los anuncios que mantienen a esas televisiones, a las principales revistas, y toda la publicidad que las apoya…

http://www.youtube.com/watch?v=wIWuEAFlg1Y&feature=player_embedded

domingo, 14 de noviembre de 2010

EL RAPTO DE HIGEA : UNA NUEVA CRITICA AL CORRUPTO SISTEMA DE SALUD

El rapto de Higea: El libro “El rapto de Higea” de Jesús García Blanca,

desvela y denuncia de forma magistral cómo el poder económico-político,
en las sociedades capitalistas, utiliza la medicina no sólo como otro
método de saqueo de su población, sino como un mecanismo más de control social.

Una crítica integral del modelo sanitario hegemónico, analizando los
intereses políticos y económicos que lo sustentan y denunciando la poca
credibilidad de una medicina cada vez más al servicio de los intereses de
la industria farmacéutica y menos de las personas. No se limita a
denunciar los vínculos evidentes entre la investigación médica (revistas
especializadas, departamentos universitarios de investigación,
instituciones internacionales de la salud, equipos oficiales de asesores,
etc.) y la farmaindustria, sino que se adentra en el estudio de las bases
mismas de la medicina desde una perspectiva integral de la salud,
indisoluble del entorno en el que el ser humano se ha desarrollado en un
equilibrio perfecto con la totalidad de seres vivientes.

Con su análisis de la historia reciente de la medicina, El rapto de Higea
demuestra que se han obviado cuando no directamente censurado o perseguido
aquellas investigaciones y prácticas médicas que no resultan útiles al
actual modelo de acumulación capitalista, lo cual explica por qué se crea
alarma social ante supuestas pandemias de incidencia mínima, mientras que
se sigue sin atender las necesidades médicas reales de una gran parte de
la población mundial. Las investigaciones en torno al cáncer y,
especialmente, el sida y su tratamiento desde la medicina oficial sirven a
Jesús García Blanca para cuestionar con numerosas referencias científicas
la honestidad de los investigadores, laboratorios, empresas e
instituciones, que en los últimos 25 años han construido sobre
presupuestos multimillonarios la verdad oficial sobre el VIH. El libro
presenta por primera vez fuera de los EE. UU. una muestra de documentos
originales de Robert Gallo que ponen de manifiesto que su pretendido
descubrimiento del VIH era un fraude intencionado. Y describe con
elocuencia y rigor documental la invalidez de los tests de diagnóstico o
el carácter explícitamente venenoso de los productos que se administran a
millones de personas como prevención o tratamiento. (Pascual Serrano,
Rebelión)
Leer el libro completo en:

http://www.nodo50.org/ciencia_popular/

lunes, 1 de noviembre de 2010

ALGUNOS RECUERDOS SOBRE KRICHNER

MIS RECUERDOS SOBRE KIRCHNER



Por: Marco Cueva Benavides (*)

Viví en la década del 70 en una ciudad como La Plata, que en esa época estaba llena de universitarios de todos los países de América Latina y de todas las provincias de la Argentina. Uno de esos estudiantes era Néstor Kirchner, a quien jamás imaginamos que podría después llegar a ser Presidente de Argentina y uno de los líderes más importantes de América.

Al llegar a La Plata, uno de los primeros lugares donde empecé a vivir era en una pensión de estudiantes de la calle 50 entre 7 y 8, en pleno centro de la ciudad. La ciudad fue trazada sobre un plano como un damero, sus calles están trazadas ordenadamente, cada 6 cuadras hay una avenida y una plaza, y la atraviesan varias diagonales que facilitan un tránsito rápido dentro del cuadrado de la ciudad. Todas sus calles son identificadas por números, y están llena de arboles.

Quienes mejor conocían a Néstor, eran los peruanos que vivían con él en la pensión de la Calle 1 entre 41 y 42. Uno de ellos, Donato Garay, quien ahora trabaja en EsSalud, nos recuerda detalles de los que vivían con él, “éramos 5 peruanos y 5 argentinos; cada uno de los peruanos teníamos nuestro cuarto, había 2 chimbotanos, el flaco Flores, un tal Roy, que estudiaban ingeniería y también Orestes Torres y Lito Castillo (médico huanuqueño, residente ahora en Huacho). Los argentinos vivían 3 en un cuarto y 2 en otro cuarto, entre estos Kirchner”. El era como muchos argentinos pelucón, pero además alto, flaco, medio desgarbado, le gustaba jugar damas, ajedrez y uno de sus vicios era el futbol. Había campeonatos entre los diversos equipos peruanos, pero también de las provincias de Argentina entre ellos, los santacruceños.

Lo que nos cuenta el Dr. Garay, modifica una anécdota que se relata en la biografía publicada por Daniel Osvaldo Gatti en su libro “Kirchner el amo del feudo”, que se puede leer por internet. Las cosas no fueron así, dice Donato, lo que pasó fue lo siguiente, “Los sábados íbamos a jugar futbol en la cancha del Colegio Nacional, que quedaba sobre la calle 1 y 50, frente al comedor universitario. Se formaban equipos entre estudiantes de varias nacionalidades y provincias. Siempre en el futbol se armaban algunas peleas, hubo un encontronazo con un peruano, Kirchner (cuya chapa era Lupín) se había ofuscado y andaba diciendo algunas palabras fuertes que no nos gustaron. Uno de nuestros compatriotas, moreno, bajito, creo que estudiaba periodismo, le hizo una llave y le dobló el brazo sobre la espalda al flaco alto y mancluenque que era Kirchner, en ese entonces, éste se molestó terriblemente y le gritó “suéltame negro hijo de p…”, el peruano lo soltó y allí terminó todo, no hubo más broncas”.

Kirchner llegaba siempre a uno de los lugares más emblemáticos donde íbamos también muchos estudiantes, varios de ellos peruanos. Era el Bar Restaurant Billar Rivadavia que quedaba cerca de mi pensión, en la esquina de 8 y 50. Tenía un televisor grande y cada vez que había partidos internacionales de futbol o peleas de box, concurríamos en grupos grandes a mirar estos eventos, ya que los estudiantes carecíamos de TV en nuestras viejas pensiones. Un día estuvimos viendo una pelea de box importante, era diciembre de 1970, Ringo Bonavena enfrentaba al gran Muhammad Alí en el Madison Square Garden de Buenos Aires. La caída de Bonavena, en el round 15 la celebramos los peruanos que estábamos en el bar, porque muchas veces siempre hacíamos barra por equipos contrarios a los argentinos, ya que éstos eran a veces muy sobrados y se creían los mejores del mundo. A los gritos de alegría que expresamos, hubo unos segundos de silencio y asombro; los argentinos que se encontraban allí nos tiraron platos y otras cosas sobre nuestras cabezas y salimos rajando para evitar mayores agresiones. No les faltó razón, estábamos en su país, en su ciudad, y por lo menos debíamos de haber guardado silencio frente a esta derrota.

Kirchner, estudiaba derecho en la facultad de Humanidades, donde también estudiaban otros peruanos, como Hugo Galarza, Jorge Carpio y Arturo Urmeneta (uno de los desaparecidos). El se incorporo a la Juventud Universitaria Peronista, se convenció que ese era el camino para una revolución en ciernes, allí empezó su carrera política. Aunque a su regreso y en su tercer gobierno Perón ya había cambiado su línea política, a su muerte, en 1974, el peronismo acentuó su división en un ala derecha y una revolucionaria, eso fue una de las causas de toda la negra historia que vivió el país con más de 30,000 muertos y desaparecidos. En 1976 abandonamos la Argentina y llegamos a Chimbote, ese mismo año Kirchner se regresó a Río Gallegos e inició una carrera profesional y política que no terminó hasta llegar a la presidencia de su país, de UNASUR, y protagonizar cambios importantes y polémicos que empiezan a ser reconocidos a partir de su intempestiva partida que nos ha motivado a escribir estas reflexiones.

(*) Publicado en La Industria de Chimbote, 01-11-10

jueves, 23 de septiembre de 2010

LOS ASPECTOS MEDICOS EN EL "AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COLERA"


Cuando Gabriel García Márquez, publicó "El amor en los tiempos del cólera", en 1985, jamás imaginó que una nueva epidemia de cólera, partiendo desde Chimbote, iba a azotar a América Latina en 1991 con más de 400,000 infectados, y menos aún que esta enfermedad se pudiera quedar para siempre en nuestro continente.

La narrativa de García Márquez, enmarcada en la corriente del realismo mágico, constituye una fuente importante de información sobre los diversos escenarios donde se desarrollan sus relatos. La geografía, la sicología, la historia, la cultura de los pueblos, sus costumbres y sus gentes están presentes en sus obras. Sin embargo uno de los temas que maneja con una riqueza increíble es el de las enfermedades y la medicina. Esto lo apreciamos en "Cien años de soledad" donde se describen aspectos epidemiológicos de la tuberculosis, o en "Del amor y otros demonios" en donde se detalla la rabia que supuestamente podía afectar a una niña mordida por un perro, o los detalles de las dolencias de Bolívar en "El general en su laberinto". Pero es en "El amor en los tiempos del cólera", donde mejor se describen diversos aspectos médicos relacionados con el manejo que se daban en el siglo pasado a las enfermedades y especialmente de una que azotó la zona del Caribe, haciendo de la novela un tratado de dos aspectos de la vida: el amor y el cólera. Ambos se encuentran de principio a fin en la narración.

EL TEMA DE AMOR EN LA NOVELA
Aunque existen varias historias de amor, diremos que la historia principal es la de Florentino Ariza, un telegrafista de 18 años, lector insaciable y culto, aunque nada opuesto. Conoce a Fermina Daza, una linda caribeña de 13 años, y establece con ella una relación básicamente epistolar, que se mantiene por 2 años y es cortada por el padre, un traficante de mulas. Un médico joven, Juvenal Urbino, recién llegado de Europa a la ciudad, se encapricha por Fermina y finalmente logra contraer matrimonio con ella. La novela describe la historia de esta relación que dura 50 años, pero que tuvo un gran ausente: el amor. Al fallecer el médico, Florentino Ariza, con 77 años encima, vuelve a conquistar a Fermina Daza que frisaba los 72 años, y por la cual había esperado 56.

Otras historias de amor transcurren en la novela, amores sin edades, sin prejuicios, por encima de las enfermedades, de las epidemias del cólera, de las pobrezas y riquezas y del color de la piel. Amor de blancos con cholas, mestizas y mulatas, amores de ricos con pobres, capitanes con pasajeras, médicos con pacientes, paralíticos con sanas, jóvenes con viejos, viejos con niñas, viejos con viejas, en fin el amor en todas sus formas, pero con una condición básica: el de la pasión.

EL COLERA EN LA NOVELA
Cómo los Aureliano Buendía de "Cien años de soledad", la novela EATC, relata con excelente precisión y detalle la vida de tres médicos, Marco Aurelio Urbino, abuelo, Juvenal Urbino, padre, y Marco Urbino Daza, hijo, que hicieron historia en la zona del Caribe, Barranquilla, Cartagena y la región colindante al Río Magdalena, por su combate contra la epidemia de cólera que azotó a Colombia en 1829 y 1850. Cuando Juvenal Urbino, llegó a la ciudad "su padre, un médico más abnegado que eminente, había muerto en la epidemia de cólera que había azotado a la población. En el Hospital de la Misericordia se empecinaban en poner las patas de la cama en potes de agua para impedir que subieran las enfermedades o exigir ropa de etiqueta y guantes de gamuza porque pensaban que la elegancia era una forma de asepsia". Para aquella época se utilizaba también "los cañonazos disparados por la guarnición cada cuarto de hora de día y de noche, porque la pólvora purificaba el ambiente". Para la medicina, existía la seguridad que los casos de cólera disminuían con ese procedimiento.

Los relatos que se describen en la novela sobre las condiciones que determinaron la aparición de la epidemia, nos hacen recordar a lo que pasó también en nuestra ciudad, "cuando volvió a su tierra y sintió desde el mar la pestilencia del mercado y vio las ratas en los albañales y los niños desnudos revolcándose en los charcos de la calle, no sólo comprendió que la desgracia hubiera ocurrido, sino que tuvo la certeza de que iba a repetirse en cualquier momento".

Para el Dr. Urbino, héroe como médico en la novela pero antihéroe en el amor "el cólera se convirtió en una obsesión. No sabía de la enfermedad mucho más de lo aprendido en algún curso marginal, pero resultaba inverosímil que hubiera causado en París más de 140,000 muertos..."

Como sucede actualmente entre nosotros en Chimbote "hasta muy avanzado este siglo el cólera fue endémico en todo el litoral del Caribe y cuenca de La Magdalena...". Habría que agregar que después de casi un siglo volvió a Colombia y entre 1991-1993 produjo más de 85,000 infectados.

EL AMOR MAS IMPORTANTE QUE EL COLERA
Finalmente el cólera persigue al amor hasta el fin de la novela. En un viaje que los ancianos realizan por el Río Magdalena haciendo el amor y desquitándose de las ironías de la vida que los había hecho esperar más de medio siglo, por lograr ese momento. Para viajar sin paradas en el buque y no ser molestados, deciden izar la bandera del cólera, como un barco de apestados, en un itinerario inacabable de subidas y bajadas. Finalmente, en ese ir y venir, Fermina Daza comprendió que allí estaba su destino y que la vida, más que la muerte, era la que no tenía límites.

martes, 31 de agosto de 2010

10342 (*)

Ya no estoy para curar

porque habría que curarlo todo

y un solo hombre es posible

que sólo sea la esperanza de unos pocos

y al final no cure nada



Mas aun si le enseñaron un juramento

que tal vez hoy no signifique mucho

si fue entrenado para dar tratamientos vanos

si tuvo que ocultar verdades o mentir

para que nadie caiga en la desesperanza

Si tiene que dar vida

aunque todo alrededor se muera



Sólo soy un ser de blanco

que teme hacer este poema

alguien que sueña

con la sonrisa de los niños y escolares

pero encuentra que se mueren

cien por cada mil

la mayoría de hambre

los pulmones destrozados

sin intestinos y sin piel



Tanto amamos la vida

pero muy poco prevenimos

la enfermedad y la muerte

ahora sólo nos queda

pelear contra las píldoras

la leche en polvo

las artificiales vitaminas

salir de este bosque de medicamentos

limpiar el aire

lavar la tierra

sanar el agua

recuperar palabras

sacar el alma

volver al hombre


(*) Del poemario inedito "Diagnostico Situacional"