miércoles, 9 de junio de 2010

REQUIEM PARA UN HERMANO: CESAR HEREDIA DEMIS

Por: Marco Cueva Benavides (*)


No se como empezar estos recuerdos, tal vez desde el principio, desde cuando nos conocimos en el año 65 en La Plata, donde el “exilio” nos hizo hermanos y después de tantos años trajimos lo mejor que pudimos, no un título que finalmente pudo estar lleno de vanidades, sino los valores que cultivamos, la amistad, la hermandad, la solidaridad, y una vocación de servicio por los mas necesitados de nuestro pueblo.

Nuestro paso por la Argentina estuvo dedicado a servir a nuestros compatriotas y estudiantes. Son parte de todo ello, el Centro de Estudiantes Peruanos, la agrupación AMAUTA, el grupo de Teatro Javier Heraud, donde actuabas, el CEM (Centro de Estudiantes Medicina), la FUA (Federación Universitaria Argentina) y tantas entrañables organizaciones y amigos que compartieron todos esos años de alegrías, de luchas, y también todas esas noches que oscurecieron la historia gaucha. Me olvidaré de muchos nombres, pero recuerdo algunos: Raúl Calle, Samuel Agama, Elard Barrionuevo, Jorge Baca, Pedrito Mera, Piri, el petiso Gavidia, Oqui Miranda, Moscol, Infantes, Garay, el loco Arturo y tantos otros. Fue la mejor parte de nuestras vidas con la cual tenemos una deuda, y una parte de ella te comprometiste a escribirla, y tendré que cumplir antes de ir a reunirme contigo Cesar en algún lugar del firmamento

Aunque te recibiste el 14 de abril del 75, y yo el 25 de junio del mismo año, me vine antes a Perú, ya que las cosas se pusieron feas. Creo que siempre viviste en el filo de la navaja, como cuando mataron a la italiana de tu pensión porque se negó a abrir la puerta cuando te buscaban y ya te habías regresado recientemente a Perú. La noticia te dolió en el alma y te vi sufrir duro porque te sentías culpable.

Tantos recuerdos, tal vez como este que relato en mi cuento “Los días de la anfetamina”. Habíamos estado preparando junto contigo y el flaco Quiroz, el examen final de Clínica, lo hacíamos en tu casa de la calle 67, entre 4 y 5. Esa tarde el flaco nos dijo que tenia que hacer y suspendimos el estudio Para que no me de la “pena negra” (que era la “depre que nos agarraba por periodos) me fui por la tarde al Cine Belgrano en la diagonal 80, daban 3 películas continuadas. Cuando terminó la primera, y prendieron las luces del cine, al toque te identifique negrito Heredia que estabas en la fila de adelante, al flaco Carlos en la fila de atrás. Nos hemos reído a carcajadas y finalmente como sucedía siempre, aburridos de tanto estudiar coincidimos en hacer un relax dentro del cine.

Mucho hablábamos de tu tierra ayacuchana, de tu pueblo natal Puquio, donde naciste un 28 de octubre y que tenia interés de conocerlo porque era la tierra que relata Arguedas en su “Yawar Fiesta”. La vida y obra de Arguedas fue para nosotros salvación, quería hacer mi tesis sobre ese tema y para ti representó eso que fuiste después. Mientras yo desde niño quería ser cura y después psiquiatra, no pude, me hice pediatra y finalmente, el psiquiatra fuiste tú, aunque decías que después de todo de las tres patologías psiquiátricas: las neurosis se curan solas, y las psicosis son incurables y las esquizofrenias solo se pueden controlar. Y fuiste un de los mejores siquiatras de Chimbote, aunque no pudiste currar tu alma inquieta.

En el 76 empecé a trabajar en Chimbote, al poco tiempo me informaron que necesitaban un médico en San Jacinto, para la Posta del ex-IPSS. Te llamé a Lima y no dudaste ni un instante en venir. Así empezó tu vida en Chimbote. Después te destacaron al Hospital III de EsSalud, donde ingresé a trabajar en el 77, nos destacaron al servicio rural y viajábamos siempre a todo el valle del Santa. Posteriormente hiciste tu especialidad en el Hospital Psiquiátrico Hemilio Valdizan de Lima y compartimos todos estos años de trabajo y de un compromiso coherente con esta tierra. Recuerdo que en los primeros meses de nuestra llegada eran horas de luchas en Chimbote y conversamos que teníamos que incorporarnos al movimiento del pueblo chimbotano, contactamos con la gente de FESIDETA y luego cada uno tomó su compromiso en distintas organizaciones, pero identificados con una ideología a la que nunca hemos renunciado, nuestro sueño por un mundo de justicia, sin explotados ni explotadores.

Cuando Jorge Baca era regidor compartimos un buen tiempo contigo la atención en la Posta de Villa Maria y Tupac Amaru de El Carmen y en muchos pueblos jóvenes. Después fuiste regidor del Municipio e hiciste una ardua labor social, además ejerciste la docencia en la UPSP. Entre tantos otros cargos te nombraron Director del Hospital EsSalud de Sihuas, luego del de Huaraz, y después regresaste a una Subgerencia de EsSalud y volviste a ser el siquiatra de siempre. La campiña de Colcap te atrajo siempre y tu cese del hospital te hizo volver a ella, para soñar con tu casita de campo y tu chacrita de tomates, pero ya vez que injusto e ingrato fue el mundo contigo

Me había olvidado de muchas cosas que hiciste en tu vida, pero los días de tu velorio y de tu entierro (que coincidió con el día de la Medicina que más fue el día de la tristeza), habló tanta pero tanta gente que hicieron una recopilación de todo lo que hiciste como medico, como director, como político, como dirigente, como regidor, como docente, como persona, que será como para escribir un libro.

Pero ese libro de la vida la vivimos todos estos años con tu linda familia que habías formado y que siempre compartimos a través de nuestros hijos Carlos y Omar que viajaron a estudiar a Cochabamba y después a hacer su SERUM y su residencia en Lima.

Cesar hermano, estarás eternamente entre nosotros, entre todos los que te quisimos y apreciamos porque las buenas personas como tu: VIVEN PARA SIEMPRE.

(*) Publicado en La Industria de Chimbote y en la Revista EDECAM

1 comentario:

  1. Conocí al Dr. César Heredia desde los once años, cuando ingresé a estudiar la secundaria, haciendo una fraterna amistad con Omar Heredia, su hijo. Gracias doctor por su amistad, siempre sincera y bella. Con mucho cariño lo recuerdo y que todas las palabras que se han escrito arriba, perduren para siempre. Derby

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